jueves, 18 de noviembre de 2010

Historias Para No Dormir

La historia de cómo me he aficionado al football (a la NFL, básicamente) es una historia para no dormir; más que nada, porque la mayoría de partidos se tienen que ver con un café cerca y algo de azúcar para vencer al sueño.

Mi banal e insignificante historia empieza en la Super Bowl XXXIX, un año más tarde del Pezóngate de Janet Jackson.



Se enfrentaban New England Patriots y Philadelphia Eagles y yo sabía muy poco acerca de eso del fútbol americano (football, para los colegas). Sí, había visto imágenes de los Barcelona Dragons y me hacía gracia verlo en las películas, pero nunca me había puesto a ver un partido entero. Pero ese fue el año que dije: "¿Sabes qué? Esta noche me voy a quedar despierto para intentar entender algo de este deporte".

Y pasó lo que le pasa al común de los mortales no-Norteamericanos. Me aburrí. Me fui a mi cama, decepcionado después de ver como ninguno de los dos equipos había podido anotar ni un solo punto en los 15 minutos reglamentarios de juego del primer tiempo. En aquél momento, cualquiera habría dicho "vaya mierda de deporte" y habría pasado completamente.

Unos meses después, instalamos Digital+ en mi casa; lo que significaba que ante mi jeto (y el de mis padres) se abría un mundo que iba mucho más allá de los por aquella época seis putos canales básicos de televisión. Le di otra oportunidad al football, sabía que estaba destinado a ser un aficionado a ese deporte. Y me enganché.

Empecé viendo ratitos de partidos cuando mi familia me lo permitía. Luego vi ratitos más grandes en plan clandestino. Luego me tiré horas y horas en internet, aprendiendo hasta lo que hoy sé. Me aficioné a las columnas y blogs que leo hoy día y, poco a poco, el football se convirtió en una parte de mí. Más tarde, me vi capaz de escribir de ello con más o menos fortuna.

Miles de cosas me han sorprendido de este fantástico deporte. Me encanta la gran variedad de recovecos, chorraditas, reglas, reglas no escritas y tonterías que puede llegar a tener. Las llamo "Cosas que me molan". Lo sé, estoy inspirado.

Me molan los Pittsburgh Steelers por una razón muy sencilla. Fueron el primer equipo que ganó una Super Bowl ante mi presencia. Fue una final polémica y según los analistas, un tostón de partido, pero ahí están. La Terrible Towel, la filosofía de y la Steel Curtain me encantan. Y cuando creía que igual me había encariñado demasiado, ganaron la Super Bowl XLIII, con la primera recepción que me puso la piel de gallina.



Más cosas que me molan; los Green Bay Packers y el Lambeau Field. Cuando todo parecen recepciones de sesenta yardas, focos de estadios cubiertos y superestrellas que salen con modelos de Victoria's Secret, llegan los Packers. La única franquicia que pertenece a sus socios (como el Barça, el Real Madrid o el Athletic Club de Bilbao), juega un estadio que hace poco se caía a pedazos, en una ciudad algo más poblada que Rubí, que en invierno se convierte en The Frozen Tundra; la antítesis de la actual NFL que a veces llega a cansar. La vuelta a los orígenes de este deporte. No soy quién para ponerme nostálgico, pero de vez en cuando me gusta ver duelos de trincheras con nieve, fango y facemasks que se confunden con el vaho.



Me molan los estadios en general. Me fijo mucho en los estadios deportivos, más de una vez, viendo un partido de fútbol con los amigos digo algo del estilo "mirad, esa grada está en obras", los demás me miran raro, ni se habían fijado. Los contrastes son bestiales, desde los estadios oxidados y amorfos diseñados para que también pudieran acoger partidos de béisbol (como Candlestick o el Dolphins Stadium), los grandes estadios cubiertos que decían "los Americanos somos los putos amos" (Superdome, Astrodome, Silverdome, HHH Metrodome), los estadios de los 90 que subsanaron antiguos errores (M&T, Lincoln Financial, Mile High) o los state-of-the-art stadiums recién inaugurados (University of Phoenix, Cowboys Stadium, New Meadowlands). Me gustan todos, me gustan como muchas veces representan la forma de hacer de la ciudad y la filosofía del equipo; incluso llegan a afectar el juego del contrincante en gran medida. El Qwest Field es famoso por ser el estadio más ruidoso, mientras que en Arrowhead una marea roja lleva nosecuantos años llenando el estadio a tope cada dia de partido. Si alguna vez voy a ver un partido de football en directo y no es en el Heinz Field, tiene que ser en Arrowhead o en el Black Hole de Oakland.





En cambio, los logos nunca han sido santo de mi devoción. Algunos son originales y tal, están bien o al menos están mejor que los antiguos; pero a mi parecer, casi ni hablan del equipo y podrían ser de cualquier equipo del mundo. ¿Cuántas veces hemos visto una flor de lis en cuántos contextos parecidos? Sí, es el logo de los New Orleans Saints y representa el legado francés de la ciudad, pero también representa la casa de Borbón... El de los Kansas City Chiefs me parece insulso, el de los Bears muy visto y el del los Redskins lo podrían haber sacado de cualquier sitio buscando en Google. No sé si me explico. Los escudos de los clubs de fútbol de aquí, los antiguos, están llenos de simbología si los sabes interpretar. En cambio, en la NFL los logos parecen que están por estar y que pueden ser reemplazados en cualquier momento. Por favor, pero si la "G" de Green Bay tiene casi la misma tipografía que la "G" de Georgia Bulldogs de la NCAA!





Vamos con las cosas que no me molan. Hay varias; la primera los Dallas Cowboys. Lo siento, no los trago. Me gusta compararlos con el Real Madrid y disfruto en silencio cuando les van mal las cosas. No sé si es por este divismo que parecen tener, por el lujo y el oropel que destilan, no lo sé, pero no los aguanto. No me gusta que la temporada regular dure 17 partidos, pero tengo que joderme por el bien del deporte; estoy mentalizado. Pero a veces me descubro en secreto teniendo fantasías con una liga de 31 partidos, a lo bestia, todos contra todos.

No me mola que Los Angeles no tenga equipo. Esta ciudad ha visto pasar a varios equipos durante su vida (Raiders, Rams, Chargers...) y nunca se han quedado, dejando a los aficionados al football con dos grandes equipos universitarios, USC y UCLA, pero sin liga profesional. ¿En serio una ciudad con dos equipos de NBA, uno de NHL (!) y tres de MLB no puede acoger uno de NFL? ¡Venga ya!



Y así es como veo las cosas más allá de las cien yardas. Todo tiene sus virtudes y sus defectos, pero todos amamos a cosas con virtudes y defectos...

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